Cuarenta años de movimiento vecinal, de codo con codo y grito unánime en defensa de la calidad de vida ciudadana; cuarenta en la exigencia del reparto de la riqueza generada en nuestras manos, que hoy, cuatro décadas después, con más de cuatro millones y medio de desempleados y cerca de uno y medio de familias españolas con todos sus miembros en el desfiladero del paro obrero, sigue encauzada hacia las mismas lacras que tantos días de nuestras vidas se ha cobrado intentando erradicarlas: la banca que siempre gana, la usura legalizada, el despilfarro de las distintas castas políticas y la bonanza de sus subordinados cargos de confianza, el encubierto enriquecimiento particular, el amiguismo impertérrito, el partidismo inconsciente y el privatizado egocentrismo autonómico, que no entiende de más principios que el propio, insaciable y ampliable hasta conseguir lo ajeno sin invertir poco más que un simple apoyo electoral; capaz, por ley, de subyugar a las mayorías indefensas y convertir a nuestra aún frágil democracia en un tejemaneje ausente de toda lógica y matemática en perjuicio de los principios constitucionales de la solidaridad y de la igualdad; principios básicos de nuestra lucha en los barrios obreros de cualquier rincón de esta desconocida España.
La democracia es algo especial. La Democracia, en mayúsculas, es el resultado del entendimiento entre partes, el producto del sacrificio conjunto en beneficio de todos los que vivimos en su vientre, protegidos por la universalidad de unos derechos fundamentales sociales, que hoy día, desgraciadamente, se incumplen consciente e interesadamente por pura publicidad política y por idéntica hipocresía.
Cuarenta años destapando multitud de problemas sociales dibujados en los distintos barrios, en ocasiones generados por la ausencia de leyes y normas justas y equitativas y, en otras muchas, por la falta de la imprescindible participación activa de buena parte de la ciudadanía. Cuarenta largos años y muchas represalias en las carnes de los componentes del movimiento asociativo por hacer valer la evidencia cotidiana sin partidismos, sin más razón esgrimida y sin complejos que la exigencia de la verdad y el cumplimiento de los derechos ciudadanos como suma a los deberes cumplidos.
Las AA.VV., cuatro décadas después, contra viento y marea y con nuestros humanos defectos, continuamos bregando desde el altruismo con conciencia de clase obrera, y aunque pueda parecer increíble, presionadas en muchos casos por los gobiernos de turno y sus prioritarios intereses políticos.
Hemos generado ideas, que son el alma de la lucha obrera y las genuinas armas democráticas. Hemos hablado a nuestros conciudadanos desde miles de páginas de opinión con las que se podrían editar innumerables libros y, al mismo tiempo, hemos afamado inconscientemente a mucho incapaz, a mucho vividor de ideas ajenas y consagrado a más de un politicastro inútil, aunque, y todos lo sabemos, ese riesgo también forma parte de este juego de sinceridad: Unos razonamos antes de pasar a la acción para no convertirnos en fanáticos o sectarios, para no ser tomados como hijos de la ignorancia, y para, como dijo Drummond: “para no convertirnos en esclavos”. Y otros, para qué engañarnos, callando y engordando entre cortinas a costa de nuestro trabajo.
Muchos de nosotros peinamos canas desde hace años, queridos y admirados miembros de las distinta juntas directivas de las AA.VV de esta nuestra diversa y multicultural nación española, con y permitidme, una particular mención a las históricas leganenses de San Nicasio y Zarzaquemada, cuyos miembros parecen formar una compleja cadena de pequeñas montañas nevadas a las que se observa desde una muy cercana lejanía cuando el hongo contaminatorio de la capital es decapitado por el aire del norte o las lluvias del sur: inamovibles en sus convicciones cuando arrecian los malos momentos y siempre en guardia durante los cortos tiempos de vacas superlativas. Siempre erguidos y presentes.
Con toda mi admiración, reconocimiento y respeto al recientemente fallecido DON JOSÉ ORDOÑEZ CASTILLO, micro urbanista de la AV. San Nicasio y genuino hombre del pueblo. Descanse tu alma en paz, ciudadano Ordoñez, y permanezca tu memoria por siempre entre los leganenses.